La edificación era una pequeña caseta destinada a albergar aperos de labranza, desarrollada en planta baja, con planta rectangular y cubierta a un agua, que vierte a la fachada principal (alzado norte). Tiene acceso directo desde calle pública, cruzando un jardín de acceso. La finca está abierta a dicha calle así como a su alzado sur y oeste, lo que permite iluminación y ventilación natural desde estas tres fachadas.
La edificación no se modificó en su volumetría, pero sí en todos sus acabados, consiguiendo con esta reforma una edificación muy coqueta, que respeta a la perfección la tipología de la construcción tradicional de la zona en la que se ubica. Combina pizarra, piedra, madera… todos ellos materiales del entorno que son respetuosos con el paisaje y con el consumo de cercanía, además de conseguir con ello que la edificación se integre perfectamente en el paisaje que la rodea.
Posee un corredor en toda su fachada de acceso, que comunica la edificación con el jardín de acceso, creando un diálogo entre interior y exterior y haciendo que el paso de uno a otro no sea tan directo. Dadas las reducidas dimensiones de la edificación original, la casita rural se percibe muy acogedora y es ideal para una pareja. Se ha acondicionado con muy buen gusto dando como resultado unas estancias con mucho en un enclave de cuento.
